lunes, 4 de noviembre de 2013

¡Niños, al recreo!


Causa verdadera indignación el contemplar, como si de unos colegiales se tratara, como unos señores hechos y derechos se dan a la desbandada general para irse de vacaciones. Esto es vergonzoso, pero aún lo es mucho más que el resto de los ciudadanos seamos acribillados con impuestos y debamos trabajar jornadas de 40 horas semanales, en muchos casos bastante más, para pagarles el sueldo a estos..., pobres desgraciados de diputados y senadores, que tan mal se les trata y son unos incomprendidos por el pueblo a quienes representan.

Pues señores diputados, en mi caso tengo que trabajar 1.672 horas anuales con jornadas diarias de 8 horas de lunes a viernes, y me puedo considerar un privilegiado por disponer (de momento) de un empleo.


Sin embargo sus señorías trabajan 78 días, pongamos una media de 10 horas diarias, lo que haría un computo de 780 horas, bastante menos de la mitad de las que hacemos el resto de españoles, pero cobrar, cobran todos los meses, y no poco, porque el salario de sus señorías es bastante más alto que el de la media de los trabajadores; además de los complementos y dietas.

Sus estimadas señorías perciben un sueldo base de más de 3.000 euros brutos mensuales. Un sueldo al que, además, hay que sumar las numerosas dietas y complementos. En realidad, los diputados cobran de media más de 6.000 euros limpios al mes y, por si fuera poco, tributan como si fueran mileuristas.
Pero aún hay más. La diferencia entre los parlamentarios y los cotizantes normales radica precisamente en que los primeros sólo necesitan siete años para cobrar la pensión máxima, mientras que los segundos requieren de 15 para percibir el 50%.

Además sus "señorías" se benefician de un plan de pensiones privado cuyas aportaciones proceden en parte del sueldo de sus señorías y en otra parte de la Mesa del Congreso, es decir de los Presupuestos del Estado.

¡Ahí es nada! Con lo que ha caído y está cayendo en España y con la tasa de desempleo que tenemos, los diputados y senadores deberían ser conscientes de sus privilegios, y avergonzarse de los mismos, mientras muchos españoles a quienes se supone que representan lo están pasando muy mal.
En definitiva, tenemos una palabra en España perfecta para definirles: "Sinvergüenzas".

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